viernes, 15 de febrero de 2008

Los Hámsters

02 Julio 2005
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Esto lo escribí el 27 de Junio de 2005, dos días antes del último examen.

Estaba yo distraído, delante de los apuntes, pero como siempre en Babia, cuando miré por la ventana. Viendo los fríos y altos edificios de desolado ladrillo recortados contra el cielo gris, vino a mi mente un lexema horripilante; “Barrio Dormitorio”. Hace mucho que lo estudié, pero es un concepto que realmente resulta enajenador, o mejor dicho, alienante. Míralos, hacinados en sus edificios colmena, los hámsters humanos llevan la misma rutina, son tan predecibles…

Veo muchas ventanas, quizá una centena, quizá más, y, aunque cada una debe contener cuatro ó cinco vidas totalmente originales y maravillosas, yo sólo veo monotonía. Por la mañana el hámster macho dominante se levanta, toma el desayuno preparado por el hámster hembra y se va, saliendo de su edificio madriguera, coincidiendo con otros hámsters trabajadores o estudiantes, intercambiando soñolientos y vacuos saludos de cortesía, cogiendo su transporte (personal o público), que le sacará de este barrio dormitorio y le llevará a la prisión trabajo, dónde, durante la mayor parte del día realizará un trabajo aburrido, monótono y carente de satisfacción, significado o motivación.

Mientras tanto, los hámster crías irán a unos pequeños, dónde les intentarán enseñar algo de cultura básica y, en el fondo, a ser productivos para la gran máquina de la sociedad. Aquí los hámsters crías deben demostrar su valía ante los congéneres y se enfrentarán a duras pruebas de supervivencia y autoridad, porque en el patio del colegio rige únicamente la ley del más fuerte.

Los hámster crías más afortunados serán llevados y recogidos a estas pequeñas factorías. Otros serán abandonados a su propia iniciativa y pronto comenzarán a conocer la calle. Para las crías callejeras el insignificante barrio dormitorio se convertirá en su mundo. Allí conocerá aliados y enemigos, personajes familiares y gente a la que evitar. Allí, quizá se sienta como en su casa, pero en realidad este mundo no es nada, sólo una pequeña mancha en los planes urbanísticos de una gran urbe. Un lugar que fue fuente de riquezas para los ricos constructores y que ahora, ya vendido todo lo vendible y construido todo lo construible carece de interés. En cambio para el humilde hámster es su casa, su hogar. Y en él ha invertido gran parte de su dinero. Y de su vida.

Y las crías juegan en el parque. Después subirán a casa. Y algunas realizarán las tareas que les fueron asignadas para el día siguiente. Y después dejarán que el televisor llene sus insulsas y predecibles vidas, vendiéndoles falsas impresiones de la vida, diversión y entrenimiento, pero sobre todo, vidas de otras personas, vidas más emocionantes o más divertidas, vidas llenas de sentimiento, de ira, de celos… pero vidas ajenas. Y sobre todo, vidas falsas.

Después, los hámsters se retirarán a dormir, pero en su sueño no habrá descanso, porque ya no sueñan. Nos han robado los sueños, máxima expresión del alma. Nos han extirpado la ilusión y lo han imaginado todo por nosotros, ahora ya sólo podemos tomar lo que nos han dado y variarlo un poco, pero ya nada es nuevo. Todo, hasta las pesadillas, todo es prefabricado.

Pero hay tantos y tantos hámsters en el mundo. Todos tienen problemas, traumas y metas que alcanzar. Hay muchos que no tienen qué comer, dónde dormir. Muchos morirán mañana. Pero todos los hámsters siempre serán hámsters y no podrán hacer nada por remediarlo. Aquel que lo intente será expulsado por la máquinaria, si ésta no consigue aplastarlo primero.

Y los Ewoks jamás conquistarán la galaxia.

Carlos

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