domingo, 17 de febrero de 2008

I'm still alive

10 marzo 2007

I'm still alive

Por un momento las alas negras del cuervo se recortaron contra el sol, el brillo dorado tapado por alas negras. El joven Baltheor se llevo la mano enguantada a los ojos y vislumbró, por un breve instante, lo que le pareció una escena llena de simbolismo. Hizo girar a su caballo en derredor para que el sol no le molestase mientras buscaba a su halcón en el cielo. Se había retrasado, lo cual no era usual. Tal vez hubiese encontrado una pieza demasiado grande, o tal vez estuviera disputando su trofeo con otro ave. No tuvo que esperar mucho. El halcón regreso con las garras vacías, pero sin nigún rasguño. Alzó el guante de cetrería y el halcón se poso grácilmente en él. Le dió una chuchería para que no se deprimiese y decidió que era hora de regresar.
"De las sombras surjo, en las sombras soy y a las sombras vuelvo. Que no se oigan ni los gritos de dolor. El silencio es mi vida. "
El joven, a veces conocido como Veneno de la Ranita de la Noche, repetía plegarias en una letanía incesante, como había hecho tantas veces, siempre antes de acometer un trabajo. Mientras preparaba su material y su ropa repetía las frases que había aprendido siendo niño. Este día las plegarias eran recitadas de forma más rápida, casi atropelladamente, como si quisiera acabar antes para poder recitarlas otra vez.
Estaba nervioso. Su siguiente trabajo no era común para nada. Se había visto obligado a aceptarlo. Por primera vez, era el cliente, y no él, el que tenía el control de la situación. Sabían quién era él y cómo encontrarle, y eso no le gustaba nada. Además no era un trabajo fácil. No quería pensar que pasaría si algo salía mal. No le gustaban los detalles. Le habían dicho cómo y cuándo tenía que hacer su trabajo. En otras circunstancias hubiera dejado bien claro que él era el profesional y no admitía órdenes, pero no esta vez. Ni siquiera sabía cuántos le habían encargado el trabajo. Todo estaba muy confuso en su memoria. Además sería a plena luz del día. Comprobó por última vez que todo estaba como debía y salió a la luz con un susurro. Al menos la paga era extraordinaria.
El alcalde Polidor entró en el archivo sintiéndose como un ladrón en su propia casa. En realidad no estaba haciendo nada fuera de lo común, buscar unos archivos, se decía. Mientras recorría nerviosamente las estanterías llenas de pergaminos y pesados tomos de registros contables, miraba nerviosamente temiendo ser descubierto. Buscaba en la sección de registros civiles, donde se anotaban los matrimonios, nacimientos y fallecimientos de todas las personas empadronadas en su villa. Tenía que buscar entre los archivos de unos 50 años atrás.
No lo encontraba. "Tal vez lo mejor sería dejarlo, puede que nadie consulte jamás esos archivos, a nadie le importa. O quizá debería prenderle fuego a todo esto, en realidad no es tan importante". Tras un largo tiempo de búsqueda en el polvo encontró lo que deseaba. Metió el viejo tomo entre sus ropajes y disimuló lo mejor que pudo el bulto con su capa. Salió de allí, intentando aparentar calma, como el raterillo que ha cogido algo de una tienda y no quiere que se le note, pero llama la atención como una moneda de oro semienterrada en el barro.
Colocó otro pedazo de madera sobre el tocón. Levantó el hacha por encima de la cabeza y con un rápido movimiento, perfeccionado con la práctica, cortó aquel trozo de madera en dos. Le gustaba cortar leña, le distraía. Solía imaginar que el trozo de madera era algún tipo de monstruo terrible que estaba a su merced después de un duelo épico. Se secó el sudor de la frente y apiló la madera. Algún día contarían historias sobre él, pensaba, algún día.
Era el tercer hijo de una familia pobre de campesinos y estaba harto de su mísera existencia, de su mísero pueblo y de su mísera casa con su mísera familia y su cantidad de gente. En cuanto tuviera la oportunidad se fugaría de casa. Decía estar destinado para algo grande, no para arar el campo y partir madera. Se alistaría en el ejército y ganaría fama por sus hazañas. Algún día. El hacha descendió en un arco perfecto y saltaron trozos de madera.
Se paró delante de la chimenea, con el libro en la mano. Estaba cometiendo un atentado contra la historia. La historia no es lo que ha sido, sino lo que la gente recuerda que ha sido. Haciendo desaparecer ese tomo no sólo haría desaparecer la historia de sus orígenes humildes, sino también la historia de su pequeña ciudad, tal vez pueblo. No importaba. Él reescribiría la historia, haría grande lo que había sido pequeño. Se alejó de allí, mientras las llamas lamían el lomo del antiguo registro.
Volvía a su castillo, a lomos de su precioso corcel, con el halcón en su mano enguantada, porte señorial, sintiéndose superior a los aldeanos con los que se cruzaba en su camino. Llegó al puente del Río Ume, que se situaba a muchos metros sobre el río más grande de la región. Paróse a contemplar sus majestuosas aguas antes de cruzar el puente. En mitad de éste se cruzó con una orden de monjes mendicantes.
El último de la fila se separó del grupo y le pidió una limosna. Mientras el noble buscaba una moneda el monje sacó una daga y atravesó la garganta de su caballo. Éste se encabritó haciendo saltar a Baltheor por los aires. El halcón emprendió el vuelo. Baltheor estaba confundido por el golpe y sólo veía sangre por todas partes. El monje le lanzó una puñalada. Instintivamente puso la mano para protegerse del ataque. La daga salió despedida. Aturdido se puso en pie y retrocedió hasta dar con el borde del puente. El asesino golpeó a su víctima con algo muy duro. El joven calló por el puente al rio.
Se asomó por el puente para ver a su víctima caer al agua. Todo había salido a la perfección. Tenía asegurada la discreción de los monjes, por favores del pasado. Pero no estaba seguro de si había cumplido su misión. No sabía si había muerto. Ahora tocaba la última parte del trabajo, desaparecer. A nadie le gustaba que le pudieran señalar como instigador de un crimen, el sicario sabía muy bien que sus clientes tenían la manía de intentar silenciarlo. Se deshizo de los falsos hábitos, recogió lo que encontró de valor en el caballo y se marchó. Una sombra entre las sombras.
Despertó, mojado y dolorido. Estaba lleno de barro y arena. Tenía sangre por todas partes. Se miró. El guante había parado la puñalada. El resto eran heridas leves. Aunque se había hecho daño en la pierna. Alguien le quería muerto. Debía averiguar quién y por qué. Pero no importaba porque estaba vivo.
Upon the water I cried my name. No regrets, no regrets. I don't fear the eyes of the Dark Lord. My hand will be your fate.
I will destroy your name. I will not forget the time I cried revenge. Revenge for me. I will be the sword in your heart.
Revenge I cried, and I will not forget. Time is for me to get stronger so I can revenge. Behold! Yo tried to destroy me, but it's time for me to show you what's my name.
Because
I'M STILL ALIVE I'M STILL ALIVE
I'M STILL ALIVE.
Beware. Your time is over. Now it's my time.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nested resolutions

 Pues yo iba a escribir este post para febrero, pero mira. Lo de siempre. Bueno, no nos entretengamos en esto, ya se sabe que podría escribi...