11 noviembre 2007
Juegos
A todos nos gusta jugar. Es natural. Jugar hace que te sientas bien, que te olvides de las cosas que te preocupan. Tal vez te suponga un reto o un desafío interesante. Tal vez simplemente te posea el afán de demostrar algo a los demás o el merohecho de jugar. Pero a veces jugamos cuando no debemos. a veces metemos a la gente en juegos sin sentido o no nos tomamos en serio las cosas que importan. No siempre se puede estar jugando. Siempre llega un momento en el que debemos darnos cuenta que el juego se ha acabado. Hemos de ponerle un final. Y lo malo es que no nos damos cuenta cuándo llega ese momento. De hecho, pocas veces nos damos cuenta de que realmente estamos jugando. Y es que nos cuesta distinguir el juego de la realidad.
Jugar esta bien, pero debemos recordar que en la vida hay mucho más que el juego. La vida no es un juego, aunque a veces nos parezca que sí. Muchas veces jugamos y no nos damos cuenta. Jugamos y pensamos que no pasa nada. Estamos acostumbrados a que lo que pasa en el mundo del juego ahí queda. Normalmente cuando jugamos somos otra persona. Un troll, un asesino, un soldado y hacemos cosas que nunca haríamos de verdad. Pero el problema viene cuando no somos capaces de definir todo claramente. Pero somos responsables de lo que hacemos. ¿Somos responsables de lo que hacemos mientras jugamos?, probablemente no. Aunque no me sorprendería que empezaran a juzgar a la gente por comportamientos en el mundo virtual. Muchas veces nos confundimos y no recordamos que somos responsables de lo que hacemos aquí fuera.
La vida no es un juego. Pero también jugamos en la vida real. Y no tenemos cuidado. No recordamos qu elos demás están ahí, y que podemos hacer mucho daño. No son agentes de la IA, son jugadores, como nosotros, aunque casi nunca los jugadores han pedido entrar en el juego. Juegas aunque no quieras. Pero no, la vida no es tal. Las cosas son más serias que eso. Todo lo que hacemos no tiene vuelta atrás. No podemos guardar antes de acometer una tarea fundamental y cargar en caso de fracaso. No tenemos truco para vidas infinitas. De hecho sólo tenemos una vida, y ningún continue. No hay forma de volver a empezar. Ese es un concepto que cuesta comprender, acostumbrados a jugar una y otra vez.
Y lo que hacemos permanece y tiene consecuencias, no vale apagar la consola y olvidarlo todo. No hay botón de reset. Lo hecho, hecho está. Recuérdalo siempre.
Y cuando jugamos con alguien podemos hacer mucho daño. Porque en un juego las patadas las recibe un muñeco, pero en la vida las heridas duelen. Y a veces no se curan o dejan cicatriz. ¿Por qué? ¿Por qué jugamos con los demás? ¿Es divertido? ¿Será acaso porque tenemos miedo de las cosas de verdad? ¿Le tenemos miedo a la realidad? O tal vez no nos conformamos con lo que queremos y siempre apostamos, para ganar más. Porque en la vida el juego es más como el casino, lo que has perdido no te lo vuelven a dar.
Aunque los videojuegos tienen una ventaja sobre la vida, y es que avisan cuando se han acabado.
Y es que, de vez en cuando, en la vida, deberíamos ver este cartel:
Lo siento
¿No te ha dicho nunca nadie que con las cosas de comer no se juega?
--- I wish I could create myself
a cold machine, designed to help
not always hurting---
James, English Beefcake
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