domingo, 17 de febrero de 2008

Lies and treachery

31 marzo 2007

Lies and treachery

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Leer después de I'm still alive
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En la noche oscura sólo el aullido del lobo rompía el encantamiento que la luna nueva traía sobre la tierra. Haciéndose pasar por un comerciante en horas bajas, se había hospedado en una posada en la ciudad. Normalmente hubiera rehuído la ciudad y la luz, pero tenía miedo. Que le apresaran no le preocupaba, sólo temía que los que le mandaron el último trabajo le encontraran. Por eso buscaba la luz y las multitudes, en contra de su naturaleza oscura.
Paseaba por la habitación intranquilo. Sus oraciones no lo calmaban, sus rezos no lo apaciguaban. Veneno de la Ranita de la Luz no podía comprender el desasosiego que le turbaba. Se preparó para dormir. Colocó una silla en la puerta, cascabeles en la ventana, cuerdas alrededor de la cama. Hizo un bulto con sus ropas para que pareciese que dormía en la cama y echó su saco debajo de ésta. Comprobó que llevaba el puñal en la cincha y la daga debajo de la almohada. Se metió en el saco sabiendo que sería incapaz de pegar ojo.
Estaba claro. Ya sabía quién le había traicionado.No podía ser otro. Nadie más tenía intereses en acabar con él, un noble de tercera categoría. Sólo el Conde de Mazen querría verle muerto. Era el noble que tenía control sobre toda la región, excepto el páramo del que Baltheor era dueño y señor. Su castillo estaba en una posición estratégica para los intereses de los Altos Electores, y si él moría sería el Conde quién tomaría posesión de sus tierras, obteniendo cierta ventaja económicca sobre sus pares. Pagaría cara su ambición.
Esta noche. Esta noche cambiará su vida. Lo supo cuando escuchó de lejos las trompas y los tambores. Lo supo cuando escuchó a la tierra temblar. Esta noche se haría guerrero. A media tarde se escuchó un cuerno en la lejanía. Poco después llegaron unos exploradores a estudiar el terreno y le dijeron al jefe de la aldea que su ejército pasaría la noche en la zona y que necesitaban provisiones. No era un gran destacamento, pero para Jos era lo más grande que había visto en su vida. Más soldados de los que podía contar. Fieros guerreros, forjando la historia, batalla tras batalla. Hizo un atillo usando su hacha como palo y se preparó para su vida.
A hurtadillas, escapó sigilosamente de casa, al amparo de la oscuridad. La luna nueva trae cambios. Al abrigo de la maleza se acercó al campamento. Era tarde y la mayoría de las hogueras estaban apagadas, los soldados durmiendo en las tiendas, pero en algunos puntos se escuchaban canciones desafinadas. Estaba algo nervioso, pero confiaba en que todo salía bien. Mientras pensaba en a quién acudir escucho un sonido que rompió el embrujo de la noche oscura. Tal vez un animal. Pero había terror en aquel sonido. Cerca de dónde él estaba escuchó algo correr entre la maleza. Sus perseguidores sonaron poco después. Se acercó, más curioso que asustado. En un claro vio a una muchacha del pueblo caer al romperse su calzado. Un soldado apareció entre la maleza.
No podía dormir. Daba vueltas y más vueltas en la cama. Cuando cerraba los ojos tenía visiones del infierno en llamas. Al final se levantó, procurando no despertar a su esposa. Cogió su batín y zapatillas y bajó al primer piso. Había una luz extraña en la calle. Salió. La campana de la iglesia empezó a sonar, motivo: fuego. El ayuntamiento ardía, como el infierno de sus pesadillas. Los vecinos empezaron a salir de sus casas, con una mezcla de miedo y sopor. El viento avivaba el fuego, el cual se empezaba a extender por las casas más cercanas. Los vecinos no podrían detener el incendio. Lo arrasasría todo. Una lágrima bajó por la cara del alcalde. La primera gota de agua desperdiciada esa noche.
Sería sutil y sigiloso. Sus enemigos lo tenían por muerto, usaría eso a su favor. Empezaría a mover hilos, convencería a los enemigos de sus enemigos que estaban en peligro de muerte. Los obligaría a moverse. Juntos, acorralarían al gran conde y le harían morder el polvo. Sería el fantasma de su perdición. Y llegado el momento se mostraría, para dar el golpe de gracia, usando el miedo y el remordimiento como armas. Tenía un plan.
Alzó el puño hacia el cielo:
Hear my words! Fear my rage!
Count, blood is on your hands, guilty you spoke.
The murdered will came back, they will show you
the true face of Hell.
You are now condemned.
There will be no release.
No release.
Oh, no release.
I will be back for your
damnation
There is no chance of
salvation.
Hear my words! Fear my wrath!
En seguida comprendió lo que estaba pasando. Sólo necesitó oir la risa del primer soldado. La chica estaba paralizada por el miedo. Se acercó a la zona en la que había aparecido el soldado. Dejó de pensar. Sólo actuaba. Los reflejos y su instinto habían tomado el control. Oyó al segundo soldado. El hacha se liberó del hatillo. El soldado se acercó y un destello acabó en su garganta. Cayó de rodillas, incapaz de articular sonido ni de respirar, buscando con ojos vidriosos al asesino que sujetaba el hacha. El tercer soldado se apareció, intrigado por el ruido. Como el hacha estaba atascada, el granjero cogió la espada del cadaver que estaba arrodillado frente a él y se la clavó al tercero en el estómago. El soldado parpadeó antes de darse cuenta de qué había pasado. No fue silencioso. El primer soldado desenfundo la espada y se puso en guardia. El leñador de hombres recuperó su hacha, ayudándose con un pie, y la lanzó, dando vueltas en el aire, hasta incrustarse en la cara del primer soldado.
Se acercó a la muchacha, pero esta huyó, ante la visión de un monstruo cubierto de sangre. Entonces se dió cuenta de lo que había hecho. Era oficialmente un asesino. Recogió sus cosas y huyó atropelladamente. Ya lejos de allí, cuando el sol despuntaba entre las montañas se paró a pensar. Ahora era un asesino, perseguido por la justicia. No volvería a encontrar hogar, reposo ni paz en su corazón. Su vida sería una huida constante. Siempre el enemigo al acecho. La muerte tras cada esquina. No podía comprender cómo era eso lo que había deseado hasta ahora. Hasta el fin de sus días añoró la calma y tranquilidad que tenía como granjero. Se limpió un poco las manos de sangre y siguió corriendo.
Ya estaba allí. Su último cliente. Sabía que era imposible. Sabía que la puerta y las ventanas estaban cerradas, sabía que habría hecho sonar alguna trampa, sabía que no había cerrado os ojos ni por un instante. Sabía que era imposible, pero también sabía que era cierto. Salió de su escondrijo, tratando de afrontar con dignidad su destino, como le habían enseñado que se debía afrontar la muerte. De pronto la oscuridad era más oscura y sintió una característica sensación de naúsea. Entonces un coro de voces empezó a hablar al unísono.
"Nos temes, Veneno de la ranita de la sombra. Y haces bien. Pero no somos tus enemigos, no de momento. Deberías confiar en tus amigos. Te conviene. Sólo hemos venido a darte lo que te corresponde. La otra mitad de tu oro. Queremos felicitarte por tu trabajo. Muy bien hecho. Pero te arriesgaste mucho y lo pasamos mal. Sabíamos que te correspondía a ti el trabajo. Ten tu oro. Volveremos a vernos. Y la próxima vez ten más cuidado. La última vez casi lo matas."

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