domingo, 17 de febrero de 2008

Forja

15 febrero 2008

Forja



En un principio está la piedra. El mineral bruto. Se extrae de la tierra y se empieza a limpiar y a pulir. Poco a poco, sin prisa. Llegando al corazón del metal. Transformándose quizá en lingotes o en barras. Algunos serán más limpios, otros tendrán aleaciones, todos presentarán diferentes propiedades, aunque son lo mismo, materia prima, esperándo a ser forjada.

Entonces comienza el proceso. Poco a poco. Golpe a golpe, en el yunque, tomándo forma. Primero se aplana a martillazos, luego se lima, luego se dobla, luego se lima, se martillea otra vez. Es un proceso muy largo y costoso que no se puede acelerar. Debe durar lo que debe durar. Puede que se retrase o se adelante un poco, pero el trabajo está ahí. A veces puede que el herrero se arrepienta del camino que ha escogido y cambie el objetivo.

Y de pronto un día la herramienta está acabada. Puede ser una espada, una maza, una lanza. Quizá un martillo o unos alicates. Una llave inglesa o un destornillador, un mayal o un mangual. Todas con diferentes funciones, pese a que son lo mismo, metal. Entonces están acabadas y deben a empezar a desempeñar su función. Las espadas cortarán cabezas, los martillos clavarán clavos, los alicates los sacarán.

Ahora escucho al herrero dando los últimos toques, puliendo los últimos detalles. Después de toda una vida de forjado la herramienta se acaba. Es lo que es y no otra cosa. Ha perdido potencial para ganar definición. Se acerca la hora en la que la espada saldrá a la batalla. Pensaba que las espadas no podían tener miedo.

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