jueves, 11 de septiembre de 2008

Calling to arms (part2)

 

 

      El martillo golpeaba el hierro candente con una melodía dura y monótona. El herrero Blacksmith golpeaba sin cesar, con una precisión transmitida de generación en generación, sin perder el ritmo en su música de metal. El sudor que cubría su cuerpo era tan parte de él como sus brazos o sus músculos de herrero. Con la mano izquierda volteaba, una y otra vez, lo que pronto se convertiría en una de sus mejores espadas. Como casi todos los artistas, sentía cada nuevo proyecto casi como un hijo, que crece, desde un basto trozo de hierro hasta ser una espada completa. Siempre sentía que podía mejorar sus creaciones, pero debía dejarlas por falta de tiempo y dedicarse a nuevos encargos. Casi le daba pena cuando venían a recogerlos, hasta que el brillo de las monedas de oro iluminaba de nuevo su espíritu, por supuesto.

 

    Alzó la espada, todavía incandescente, y la estudió con detenimiento. Dándose por satisfecho la sumergió en el cubo de agua, como apuñalándolo, y en un instante la habitación se llenó de vapor. Cuando se disipó, se secó el sudor de la frente y buscó la siguiente pieza en la que debía trabajar. Estaba afilando una lanza cuando un sonido reverberó por toda la estancia.

 

    Las campanas de la iglesia estaban doblando. En las poblaciones como aquellas, la iglesia es siempre el corazón del pueblo, y las campanas son su voz. Suenan monótonas cuando dan las horas, adormiladas cuando llaman a maitines, alegres en las fiestas y tristes en los funerales. Pero esta vez sonaban aterradas, desesperadas. Tocaban a rebato.

 

 

     Al oír las fuertes campanadas, hasta la última fibra del herrero se estremeció, aquello sólo podía significar una cosa.

 

- To arms! To arms! - Un muchacho corría por el pueblo, gritando como un loco. - To arms! We are under attack! Everybody to arms!

 

 

   El herrero se recompuso por fin. La situación era crítica, pues sabían de poblaciones vecinas que habían sido asaltadas por los bárbaros, y casi todos los hombres jóvenes se habían marchado a combatirlos. Cogió las pocas armas que no había vendido y salió a la calle para repartirlas entre cualquiera que pudiese levantarlas. Cuando se quiso dar cuenta no le quedaba ninguna para él. Desesperado volvió a la herrería y buscó algo con lo que defenderse. De pronto la vio, brillante, sobresaliendo del cubo de agua calma, la espada que acababa de forjar. No estaba terminada completamente, aunque en realidad las obras de arte nunca lo están. Cumpliría perfectamente con su función. La miró y le dijo a la espada:

 

- Ready or not here we go.

 

  Y enarbolándola como un estandarte de la defensa ciudadana salió corriendo y gritando :

 

-To arms!!!

 

 

 

 

 

 


2 comentarios:

  1. No está mal, aunque la frase:
    "... hasta que soltaban la pasta, por supuesto." me parece que queda un poco rara en una ambientación medieval :S

    ResponderEliminar
  2. Mmmm you're right. Debería darle más vueltas a lo que escribo. En fin...

    ResponderEliminar

Nested resolutions

 Pues yo iba a escribir este post para febrero, pero mira. Lo de siempre. Bueno, no nos entretengamos en esto, ya se sabe que podría escribi...