Llevo un tiempo persiguiendo una analogía, una metáfora que se me escapa. Quiero compararla vida con algo, estilo José Manrique, pero no soy capaz.
Diría que la vida es como una cinta transportadora. Una cita transportadora que acaba en el vacío. Porque no para nunca, y lo que teníamos conocido se esfuma y aparecen cosas nuevas a nuestra espalda. Lo antiguo que va desapareciendo es el pasado que se esfuma delante de nuestras narices. Pero este pasado para nosotros no es algo lejano, es el mundo que conocemos. Y las cosas nuevas, cuanto más lejos estamos del principio más extrañas nos parecen. Aunque claro, la cinta se sabe cuando acaba, y nosotros no sabemos cuando se nos acaba el tiempo sobre el planeta. Más o menos sabemos por dónde anda el máximo aproximado, pero cualquier momento puede ser el último. Entonces a lo mejor somo s botellas de cristal en una cinta transportadora que acaba en lo alto y cuanto más alto más aire hace.
Aunque claro, la cinta en realidad es infinita, es cíclica, y cuando el pasado pasa y la gente que tenemos de referencia "se cae" no vuelven de ninguna manera. ¿Entonces a lo mejor la vida es como una sección de cinta en una fábrica en la que sale material hecho que se va degradando y llega un momento en el que se destruye? ¿Pero quién haría una fábrica así?
Cambiemos de idea... La vida es como una isla que surge del mar por un lado y se hunde por el otro. Al principio, cuando llegamos a la isla vemos que hay mucho por andar, mucho terreno estable. Pero poco a poco algunas secciones se van perdiendo, el paisaje se va transformando sin que podamos evitarlo. Va cambiando poco a poco, de algo inmenso, pero familiar, a algo cada vez más pequeño y cada vez más extraño e inseguro. Al principio las secciones nuevas son emocionantes e intrigantes, pero poco a poco se van volviendo más extrañas e inaccesibles.
Pero claro, los habitantes nuevos encuentran esas secciones extrañas como familiares encontrábamos las nuestras. ¿Entonces por qué tenemos vedada cierta parte de la isla? Podríamos caminar hacia atrás... a lo mejor hay que pensar otra cosa...
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir... no espera, que esa ya se ha hecho.
¿La vida es como una carretera? ¿Vamos acompañados de coches que se van saliendo en diferentes salidas? No, no me gusta...
Como decía, es una analogía que no consigo concretar. Pero al final, la vida es algo que no se para. Lo que era conocido y familiar va desapareciendo poco a poco. La gente en la que confiabas también se va. Cosas que parecían inamobibles cambian. Lo que era conocido y del acervo popular cambia. Aparecen cosas nuevas constantemente. Al principio es fácil ir al día, pero poco a poco te vas quedando más y más atras. Entre que el suelo que creías firme se está moviendo y deshaciendo sin parar, y el torrente de nuevas cosas que llueve sobre tí, es inevitable sentirse un poco perdido, un tanto inseguro.
Pero bueno, such is life. Quizá pueda darle una vuelta más a la analogía esquiva. Pero necesitaba soltarla antes de que acabase el año.
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